Era ya muy noche
Ya había apagado la luz, pero faltaba la televisión. Dicen que la gente duerme así por el vacío existencial en su interior, pienso en esa frase y veo dos palabras profundas, vuelvo a pensar y es muy complejo hacerlo e intentar tener la razón o dar explicación a lo mundano a esas alturas del día. A esa hora, reflexionar suena bien, pero para mí es absurdo, más bien me dejo llevar por un hilo de sonido, adormezco el cuerpo, espero la oscuridad y pienso nuevamente en ti, mi aberración, mi lado contrario, mi color, tú mi problema.
Recuerdo
perfecto cuando mis manos aprendieron a tocar una guitarra acústica con cuerdas
de nylon, con el alma rota ella y yo tan jovial cantando canciones de amor, sin
amar, sólo cantar, no interpretar. Qué fácil es vivir en una nube de inocencia
hasta que apareció esa mujer, el amor de mi vida. Apareció de una forma tan
violenta como ese sonido de su voz. A partir de ahí, mi vida se quedó
paralizada en tu imagen, el color de tus ojos hizo juego perfecto con los
pensamientos negros que tengo hora por ti.
Y pensar que te conocí por casualidad
esa noche después del evento camino a casa, ibas caminando de la mano con la
luna llena. Sabía que no era tan buena idea pero aun así me animé a orillar el
carro y te ofrecí un aventón, estabas nerviosa pero subiste, traté de ser
indiferente pero perdí ante tus piernas envueltas con esas mallas negras. Olías
a piel, perfume y cigarro, por eso te ofrecí unos mentolados que traía en la
guantera, tomaste uno lo prendiste con el fuego del encendedor que llevabas en
tu chaqueta. Comprendí de inmediato y sabía la que tenía que hacer.
A dos cuadras, descompuse el carro y te
dije no había más remedio que empujarlo. Cuando bajaste para querer abrir el
cofre, puse el freno de mano y le quité las llaves. De inmediato bajé y me
oculté lejos de ti, comenzaste a silbar y decirme unas cuantas frescas. Antes
de que desaparecieras molesta por la broma de muy mal gusto, aparecí detrás de
ti, te tomé la cintura con fuerza y te monté en la cajuela, me miraste de
una forma tan despiadada que me hubiera encontrado en toda mi vida. No lo pensé
dos veces, me acerqué, te tomé delicadamente de la cara y te di un beso
profundo. De reojo vi cómo abriste los ojos ahora sorprendida, por un momento
no respiraste, pero después bajó toda clase de tensión, lanzaste un suspiro y
lentamente se cerraron tus párpados. Sabías a Vodka en las rocas con jugo de
arándano, me preguntaste mi nombre mostrando la personalidad tan fría que
siempre te ha caracterizado, te respondí que no tenía caso saberlo. Bueno niño
besucón, a dónde me vas a llevar, preguntaste. Te propongo que a partir de
ahorita seas mi chica y dejes que te quiera como nunca lo había hecho y a ti
nunca te lo habían propuesto.
Después de lanzar una carcajada
aceptaste divertida. Fuimos por un par de cafés a la tienda de auto servicio.
Ahora era yo quien te tomaba de la mano y no paraba de decirte tanto a la
distancia, como en corto, que te quería, que te amaba y agradecía a la vida por
encontrarte. Salimos de la tienda y conduje cuatro calles para subirme a la
carretera para llegar a un mirador donde las luces y el clima, hicieron
perfecto el momento. Bajamos y nos subimos al todo del auto, te recostaste y
acurrucaste en mi pecho y te conté tantas historias como estrellas del cielo.
Tú me contaste que eras cantante en una banda de rock, que vivías sola y libre;
tenías tus propias reglas y a menudo las cambiabas. Pasaron las horas y el frío
empezó a calar; fuimos a mi casa por una chamarra. No tardé más que cinco
minutos y cuando volví...
No
estabas. No estabas. No estabas. Pensé que era una bruma y que ibas a aparecer
de repente de atrás de mí, pero no. cerré mis ojos, me senté en la cajuela y
esperé ese beso sabor a vodka, pero no llegó. Me terminé los cigarros
mentolados uno a uno, vi cómo el primer rayo de sol apareció. Sentí en el pecho
un temblor y sí, el corazón se partió en varios pedazos, llegó a mi el llanto,
bajé la cabeza y emergió un gran suspiro. Ahí supe que eras tú el amor de mi
vida, el alma, la noche, las ansias de amar...
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