Corazón de bolero



Una tarde de abril estaba observando los últimos rayos del viernes por el balcón, me acompañaba en ese momento con un cigarrillo y un vaso de vidrio empañado por los hielos, pues siempre me ha gustado tomar mis bebidas en las rocas. En realidad no tenía planes de salir, más bien quería descansar toda la tarde con la melancolía del mundo viendo una película o abrazando mi guitarra en un rincón, entonando alguna melodía de mis ayeres. 

Estaba listo para ir a dormir temprano y levantarme al otro día a hacer ejercicio, de repente, sonó el teléfono. Era Paco, un viejo amigo y compañero de parrandas, según él, tenía un plan fantástico para la noche. Se trataba de salir con un par de chicas que conoció en una breve estadía en la capital, eran estudiantes de gastronomía y venían a pasar el fin de semana por nuestros rumbos. La idea era salir a un pequeño club nocturno, tomar unos tragos y pasarla bien haciendo algo que a ambos nos fascinaba; cantar. No hubo que poner demasiada resistencia, pues el proyecto en realidad sí era excelente para un lobo solitario en viernes, así que terminé aceptando. Además, Paco pensó en mí porque tenía coche y eso facilitaba en gran medida los planes, pero eso lo pasé por alto en ese momento. 

En cuestión de minutos ya estaba listo. Opté por unos jeans blancos con una playera azul cielo, chaqueta de cuero café oscuro que hacía juego perfecto con mis botas. Recogí a mi compañero de toda la vida a cuatro cuadras de mi departamento y nos dirigimos por las chicas al lugar pactado; el centro comercial sur, a dos cuadras más. Mi primera impresión fue concreta, dos jóvenes serias, guapas y bien vestidas. Subieron al auto y comenzaron los intercambios de miradas por el retrovisor, me di cuenta que eran muy simpáticas; no podría decir quién era más atractiva entre una y otra. En realidad no hubo tiempo de platicar más que un simple “hola”, porque llegamos rápido al club. Nos esperaba una mesa reservada casi al centro del club frente a una de las pantallas gigantes del lugar. 

Ahí amablemente, Paco nos presentó y para ese momento ya se había roto el hielo pues nos pusimos al tanto de nuestros esenciales, edad, estado civil, ocupación e incluso bromeamos un poco hasta ese momento; ya había valido la pena cambiar la melancolía del viernes por el plan de mi amigo. 

Cada uno fuimos contando con gracia nuestro primer amor, la primera vez, el primer beso y de cómo y cuántas veces nos habíamos enamorado, quebrando nuestro corazón y un poco el alma. Aquella plática resultó tan agradable, como la mirada de Jes, la chica morena que estaba a mi lado. Se respiraba en el ambiente sensualidad y calor agradable, lo supe porque Estef, la otra chica comenzó a meterse sin querer un hielo a la boca, la vi de reojo con ángulo de 180° abrazándolo con sus labios carnosos de una manera especialmente sugerente; era obvio que su fuego estaba encendiéndose; en mi mente comenzó a sonar Light my fire. De repente, se puso de pie y se despojó del abrigo gris oxford que resaltaba perfecto con su tono de piel. Pensé que no podía estar en mejor lugar que a media luz junto a dos chicas lindas, mi compañero del alma y ese ambiente de bohemia.

Pedimos una botella de wiski para entrar en calor y ponernos acorde a aquel viernes social. Después de un par de tragos y sin pensarlo mucho, mandé una solicitud al Dj con el mesero, quería cantar no hace falta de Mijares, mi intención era clara, persuadir a nuestras chicas y además pasarla bien, relajándome en el último día de la semana, que al fin y al cabo era esa la intención. No tardó en sonar la pista e inmediatamente me puse de pie y sin titubeos, caminé al pequeño escenario y con un poco de nervios comencé a cantar sumergido en la pasión de la melodía, tratando de hacer mi mejor interpretación en ese momento. Sentí de inmediato todos los reflectores de las luces apuntándome y con ellos, la mirada curiosa de las personas a mi alrededor. Se trataba de mi estrategia echada a andar con éxito.  


Desvié un poquito la vista hacia nuestras compañeras y me di cuenta que había captado su atención. Al terminar la canción me dirigí a la mesa y ahora Jes y Estef, nuestras bellas acompañantes me parecieron aún más simpáticas, quizá porque sonreían de una manera muy linda y como una lanza me llegó la fragancia de Givenchy L´Interdit Eau de Parfum Rouge, una exquisita fragancia que ya no pude sacar de la mente. Para celebrar ese acontecimiento particular en mí, propuse un brindis. La noche estaba comenzando y nosotros la pasábamos bien, conversando ahora sobre anécdotas de la escuela, del trabajo y de la vida en general, hasta que llegaron esos temas que le dan otro tono a las pláticas, los del amor a tragos largos y calor intenso.

Paco no quiso perder protagonismo, lo conocía, era un seductor nato. Se levantó a interpretar la cima del cielo. Fue una ejecución magistral, una vez más me llené de satisfacción de tenerlo como amigo, un talentoso arquitecto con un gran talento para cantar. Como era obvio, las chicas corearon la melodía al mismo tiempo que chocaban las copas por el amor, no tengo la menor duda. De regreso a nuestra mesa, lo interceptó una mujer pelirroja, vestía unas botas negras que llegaban más allá de las rodillas; un short negro que estilizaba perfecto su figura debajo de esa blusa escotada. ¡No podía ser…! Se trataba de Mónica, una exnovia de Paco, quien tenía días de haber regresado triunfal de España, donde hizo una maestría en Comercio Internacional en la universidad de Valladolid. 

Nosotros nos quedamos intrigados a la distancia hasta que regresó y nos dijo que todo estaba bien, ofreció un brindis por el pasado de cada uno de nosotros, aunque todos fruncimos el seño de extrañez. Después de sonar un par de canciones en el lugar, mi amigo me hizo señas de ir al baño, ahí me dijo que no podía dejar esa oportunidad de reencontrarse con la pelirroja. Por un momento no supe qué decir, pero sabía lo que eso representaría, quedarme solo con dos chicas. Antes de poder reaccionar vi cómo la pareja atrevida entraba a uno de los sanitarios, me convertí de inmediato en su cómplice y tuve que brindarle mi apoyo como buen caballero y mejor amigo.

A la entrada de los sanitarios observé unas vallas de “no entrar”, no cabe duda que éramos un par de tipos con suerte. No lo pensé dos veces y coloqué el letrero para eliminar a cualquier imprudente que pudiera arruinar la fiesta, pensaba pararme por la parte de afuera para asegurarme que nadie pasara pero, un primer sonido me petrificó. El primer gemido de esa noche, se trataba de la pelirroja, lo sabía. Volteé en dirección al singular sonido, pero mi morbo se topó con la puerta de formaica color gris del WC, así que leí perfecto en mi mente lo que tenía que hacer, además de custodiar los sanitarios obviamente. 

Miré a la distancia que los zapatos de Paco estaban en la misma dirección que la entrada al sanitario, pero los pies de la chica no estaban, lo que indicaba que se encontraba contra la pared de espaldas, con las piernas al aire descubiertas como la puerta de un bar con las puertas de par en par y recibiendo las ganas desbordadas de mi amigo, mientras él, la cargaba con los brazos dirigiéndola hacia su cintura para afianzar el contacto. No había tiempo de cálidos besos románticos para regarlos por sus pechos desnudos. Se trataba de actuar rápido y sin titubeos, con la mente fría de un criminal, pero con la piel ardiente a todo lo que daba; el calor de la hoguera llegó hasta donde estaba poniéndome un poco mal, el bulto en mi pantalón me delataba y eso podría sacarme de concentración y arruinarle reencuentro a Paco, así que mejor opté por salir y dejarlo todo a su suerte, necesitaba normalizar mi respiración y quitarme de la mente el espectáculo que mi imaginación ya había construido. 

Necesitaba un plan B, si quería seguirla pasando bien, además el calor en mí ya estaba iniciando mi propio fuego. Salí del sanitario, camino a la mesa sonaba welcome to the jungle así, supe perfecto lo que iba a hacer. Recordé que era un lobo solitario, que a la sombra de un rincón pasaba largas horas pensando y fantaseando con lo vivido en mis años, se trataba de una especie de ritual, donde además pensar que había sido víctima, también había sido un depredador nato. Y ese, justo era la actitud perfecta para ese momento. Tenía mi bohemia, la creatividad y mi carisma como arma principal. Sin más, me lancé directo a la yugular. 

Llegué hasta el lugar donde estaban mis chicas, era así y nadie me las iba a quitar. Pedí permiso para sentarme en medio de ellas mientras el mesero se alejaba hacia el dj con mi petición escrita en una servilleta; necesitaba cantar el manual de lo prohibido. Mientras sonaba la pista, me atreví a rodear cuidadosamente por la cintura a ambas chicas, comprobando que su figura era exquisitamente perfecta, a la medida de mis brazos donde se sintieron a gusto porque no mostraron ningún tipo de rechazo. Estaba calando la situación, así que me incliné ligeramente hacia atrás y acerqué sus oídos a mi boca para decirles susurrando, ésta noche me van a arrestar porque me voy a robar a dos chicas hermosas. En ese momento voltearon en fina sincronía a verme mientras yo fingí pena inmediatamente me disculpé, aunque no dejaba de leer la situación. 

Comenzó mi canción y eso recompuso mi postura. Por una modesta propina anticipada, trajeron el micrófono inalámbrico hasta mí, pues no pensaba separarme de mis chicas ni un momento, mi instinto de perversión venía de menos a más, creciendo como lava de un volcán ardiente. Tenía un par que chicas hermosas probablemente para mí solo, pues Paco ya había cambiado el rumbo y decidido con quién pasar la noche. 

Hubo necesidad de ir al sanitario. Las chicas creo también lo habían entendido, así que no había mucho por explicar; necesitaba ahora una manera de seguir acercándome a ellas y evitar su desinterés o peor aún, algún zopilote carroñero. 

Al regresar solicité una salsa para bailar, había que provocar una turbulencia, un desequilibrio. Con valentía y dotes de gran bailarín, les propuse salir a la pista “los tres”... sonaba desnúdate mujer; toda la alegría de la melodía invadió cada uno de nuestros poros y el ambiente de lugar.

Tomé a cada chica por su mano derecho, comencé con un paso básico para que se acoplaran a mí. Veía cómo su rostro cambiaba de sorpresa a alegría y luego a que estaban disfrutando el baile, la música y por supuesto mi compañía. Comencé a darles vueltas y en una fina sincronía; paseaba ida y vuelta por entre ellas; miraba sus pies, sus piernas y su cadera moviéndose a mi ritmo. Por supuesto que captamos la atención de varias personas; eso levantaba más mi ego y seguridad. 

Habíamos bailado una media docena de canciones en varios géneros. Nos terminamos el whisky, incluso tomado varios mojitos que nos soltó la lengua; comenzamos a hablar como verdaderos cubanos: “oye chico cómo tú te sientes mi amó...” padrísimo. Era el momento de cambiar de aires, llevar la fiesta a otro lugar algo más íntimo, así que les propuse ir a mi departamento, una de ellas contestó “y poqué no chico, vámo pa ya”, mientras la otra divertida dijo ”Vayamosh tío, que tengo ganas de eshtar más cómoda”... (Se le salió lo español que todos llevamos dentro) y así salimos del bar. 

Traíamos una fiesta de aquellas. Abrazándonos los tres, caminamos torpes hasta mi auto; nos subimos en la parte de enfrente y arranqué. ¿Qué vamos a hacer amigos? preguntó Estef; lo que sea está bien, respondió Jes. Les hablé de un plan y les agradó: cena, tragos y seguir pasándola bien; los tres. 

Llegando al departamento, les dije que estaba a su completa disposición; las llevé a la cocina, había decidido prepararles algo para comer. Encantadas, se sentaron detrás de la barra y comenzó mi adrenalina, pues mientras prendía la estufa y sacaba algunos elementos del frigorífico; sentí la mirada de mis chicas, las sentía muy cerca pero no era momento de sentir nervios, mejor me permití quitarme las botas. Saqué de un cajón, una botella de mezcal. Noté su mirada de encanto no por el licor, sino por mi labor en la cocina, lo supe porque después me confesaron que, ver un hombre deslizarse hábilmente en la cocina haciendo maravillas con las manos, no podía ser más que un espectáculo muy peculiar.      

Corté un par de naranjas y unas jícamas. Con ellas, formé un círculo en la tabla que tenía la botella y los vasos enanos con fondo azul. Después, formé al centro, un corazón con la sal de gusano, en realidad se veía espectacular y como toque final, arrimé una vasija de barro con unos chapulines que había traído de una visita a un pueblo mágico cierto fin de semana especialmente para acompañar esta fascinante bebida. 

Después de unos tragos, me preguntaron vacilantes y en tono de complicidad bajando la voz a modo de secreto: oye, ¿Quién me gustaba más de las dos? Confundido, pero atendiendo al juego, les dije que no sabía, pues no había visto más de lo superficial, sus sentimientos y hermosas sonrisas, bromeé. Estef me dio un zape y reímos los tres. En serio, dijo Jes ¿quién? Les propongo algo dije. ¿Qué les parece si me cubren los ojos y se ponen junto a mí para adivinar quién es quién? Emocionadas aceptaron. Haciendo equipo, me vendaron con un pañuelo, entonces comenzaron a acercarse, caminando a mi alrededor, luego se detuvieron.

No se escuchaba nada y de repente las sentí muy cerca comenzaron a juguetear con sus bocas sobre mi rostro; el corazón se aceleró de repente y luego calma. Pues bien, ahora me toca a mí, no se muevan por favor, les ordené. Me acerqué a la derecha y sentí la presencia de la primera. Puse mis manos detrás de mí para jugar limpio y generar confianza, puntos a mi favor. Bajé ligeramente la cabeza en dirección de sus pechos, aspiré profundamente mientras subía lentamente hacia el cuello para finalmente quedarme atrapado junto a su mejilla. Sentí cómo su respiración se agitó por completo de manera inmediata e imaginé a la otra chica observándonos atenta. 

¡Listo! dije, ahora voy con usted refiriéndome a nuestra espectadora. Di dos pasos a la izquierda, al sentir la presencia, me pasé atrás de ella, acerqué mi cuerpo lo más que pude a su espalda, amoldándome a su silueta y descansé mi frente en su cuello. Me separé y quité el pañuelo, al verlas, estaban con las mejillas rojas y un tanto serias. Retomé el control y les propuse escuchar una melodía que amenizara el ambiente, puse stay awhile. Las llevé a la sala y nos sentamos en el love site, las abracé como en el bar y les pregunté ¿cómo les podía pagar este momento tan significativo? Estef sonrió y dijo; las gracias te las vamos a dar a ti chico guapo. Esta vez sí me hicieron sonrojar, así que no lo pensé mucho, serví una ronda de mezcal.

Les propuse con una mueca divertida ir a la habitación para continuar con nuestro juego, pero ahora más íntimo, fuera las vendas en los ojos. Ellas aceptaron encantadas aunque la morena pidió un poco de música, una dulce petición, eso me llevó a pensar que ya se estábamos de alguna manera conectados. De inmediato puse una Playlist especial con altos índices de romanticismo, sonó voy a apagar la luz del sol y comenzó la fiesta. Ya en el cuarto, nos miramos los tres un poco tenso pero con esa sensación increíble de adrenalina por hacer algo a escondidas. Les dije, a la cuenta de tres se apagan las luces… pues consideré que tenía que seguir un entorno travieso y divertido. 

Di dos pasos al frente y encontré un cuerpo frente a mí, me acerqué y ya tenía su aliento a milímetros de mi boca, no lo dudé ni una fracción de segundo; me lancé a su boca. Sus labios estaban fríos pero perfectos; aparecieron de repente mis manos para adorar a tientas esa escultura que tenía frente a mí, sentí su cadera y poco a poco la rodé, aunque no podía verla con los ojos, su figura ya estaba alojada en mi mente el deleite ya había empezado. Comencé a quitarle la blusa mientras otras manos me atraparon por detrás era la otra chica haciéndose presente para mi beneplácito. Una a una fueron cayendo nuestras prendas, el clima ardía y nuestras distancias fueron desapareciendo. Por un momento parecía que yo era el mensajero pues los besos que recibía por mi espalda desnuda, eran los mismos que estampaba por el cuello y los hombros de la otra. Podía leer el movimiento de su lengua, una palabra: deseo y la piel se me estaba derritiendo. Así que hacía lo propio con la dermis de mi amante al frente. Los gemidos comenzaron a retumbar pero no estaba seguro de que solo fueran los de las chicas. 

Así que en un movimiento rápido, ya estábamos los tres de frente. Nuestros alientos se mezclaban al ritmo de la respiración acelerada. Sin decirnos nada pero trabajando en equipo, unimos las bocas en un solo apasionado beso; al mismo tiempo, seis manos traviesas acariciaban sin parar. Por supuesto que me repartí entre las dos, era como una danza de la penumbra, nos estábamos conociendo más y más. Fue una sensación exquisita, nuestras lenguas trenzadas con el roce de los cuerpos que ya no podían esconder las ganas, así que nuestras ganas nos llevaron a prender una lámpara en el buró. La luz amarilla tenue, nos dirigió a la cama donde la morena me tumbó para quedarme a su merced, se repartieron sugerentemente entre norte y sur. Sentí los besos frescos por mi boca en el inicio, después me invadió el pecho sacando suspiros y sollozos. La otra boca se manifestó perfecto en las piernas poco a poco subiendo hasta encontrarse en el mismo punto: mi sexo. Ahí se fundieron los besos ardientes con los frescos, no podía más y estaba a punto de explotar, pero no iba a echar a perder así la fiesta. Descompuesto disfruté la postal, dos chicas revistiéndome a besos de placer. 

Como pude me dispuse a corresponder cuando Jes se trepó sobre mí para contonear la cadera de una manera espectacular, quise ver detalles pero no pude, el placer me estaba segando. Lo que sí pude notar es que Stef se apartó y nos observaba a lo lejos. Miraba cómo me derretían esos movimientos y a su compañera recogiéndose el cabello con ambas manos para marcar los contoneos. En un par de parpadeos, ya estaba con la otra chica se intercambiaron. En otro momento el par de chicas estaban juntas debajo de mí, opté por amar intensamente a una, mientras que la otra se acariciaba con toda libertad y morbo al vernos fundidos en un solo cuerpo. Trabajamos en equipo y mientras nos amábamos en pareja, la tercera persona se preparaba para arremeter con todo su calor.


Llegó el momento de explotar y fue justo miré a mis chicas fundirse en un tierno pero intenso beso. Esta vez me tocó ser el espectador, dos cuerpos perfectos a media luz haciendo el mejor ritual de todos, el del amor apasionado, la noche estaba casi por terminar pero nosotros ya lo habíamos hecho... Así, le di otra experiencia a mi tonto corazón de bolero.  

  

 

 


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